día 4/30

hoy sábado es mi día de descanso. no voy a la escuela ni al trabajo, lo que suponía un día sumamente tranquilo y en paz, que es justo lo que un niño hipermedicado como yo necesita después de una de las semanas más odiosas de su vida.

lo de los mareos y náuseas matutinas ya no es noticia; es cosa diaria, pero gracias al difenidol que tomo religiosamente cada 8 horas se han aminorado un poco.

el asunto fue que, en aras de recuperar mi normalidad, se me ocurrió ir al estadio azteca con mis primos a ver el partido de méxico contra el salvador. "¡gran idea!", pensé, pues me permitiría distraerme y tener un panorama distinto que no sea computadora, cama o tele.

pero ¡oh no! mi jaqueca de los mil demonios no previó que el estadio se convertiría en una olla exprés de ruidos de altos decibeles y que mi pobreza me llevaría a comprar boletos en lo alto del azteca. todo un cockel de vértigo y sonidos infernales para mi pobre cabecita que, con cada silbido del arbitro, sentía que iba a estallar.

ni modo, sobreviví. quise vomitar, correr, aventarme, llorar, pero aguanté. vi el partido y, dentro de lo que cabe, me divertí. hubiera sido fantástico recordar el pase de méxico al mundial no como el día que casi me estalla la nuca, pero bueno, no todo se puede.

el resumen de hoy fue un fallido intento de normalidad: náuseas, vértido y una migraña de puta madre. ni modo. veremos de qué estoy hecho.

apunte para el espíritu: después del estadio, fui a casa de marco. le ayudé a doblar ropa, me acosté, dormí en su cama y cenamos tacos. su presencia me calma.